Relato: El hijo del predicador

Lo único que recordaba de la noche anterior eran breves fragmentos de sueños llenos de pasión y lujuria; sueños en los que me degradaba a mi mismo, dejándome llevar por pasiones antinaturales. Las partes más íntimas de mi cuerpo estaban doloridas... la cabeza incluida.

Si, por fin recordé cómo Wiley y yo nos habíamos escapado de la tienda, mientras el reverendo Dickerson estaba predicando: los himnos flotaban por entre los tallos de maíz iluminados por la luna, confundiéndose con el frenético clamor del apareamiento de cigarras. Wiley me ofreció un poco de whisky. Después de haber bebido unos cuantos tragos cada uno, Wiley había puesto algo largo, duro y vivo en mis manos.

-Toma -me había dicho-. Tócala... ¿Verdad que es la mazorca más grande que has visto en tu vida? Es de las que ganan premios... ¿No te hace sentir hambre? ¿No te hace sentir deseos de chuparla?

Y luego... El vacío. Hasta esta mañana en el remolque de Wiley. Aquí, acurrucado a mi lado en la cama, estaba él, dormido y con la sonrisa de un gato que se ha comido al ratón. Mis tejanos y mis calzoncillos estaban encima de la alfombra, así que debía de estar desnudo. Sentí el roce de la pierna desnuda de Wiley en la mía...

Leer más...