El condón en la historia


Según fuentes, existe una imagen pintada en una cueva francesa, que data de entre 12 y 15 mil años, en la que se aprecia a un hombre portando algo semejante a un condón sobre el pene.

Sabemos que los egipcios, hace 3 mil años, utilizaban cubiertas de materiales vegetales para los genitales masculinos, posiblemente con la idea de protegerse contra la picadura de insectos.

La búsqueda de un método de control natal efectivo se documenta desde la antigua Grecia. Algunos remedios griegos incluían saltar siete veces inmediatamente después de tener relaciones sexuales, o usar ciertos emplastos que, introducidos en la vagina, podrían evitar un embarazo.

La leyenda del rey Minos (1200 AC) habla del uso de los pulmones de pescado o la vejiga de cabra para retener el semen.

Quienes más difundieron el uso del condón fueron los soldados romanos. Durante las prolongadas campañas militares, algunos legionarios podían pasar años fuera de su patria e incluso, durante cierto tiempo, la disciplina militar romana prohibía que la familia acompañara al legionario a los puestos. Sabemos que los legionarios comenzaron a usar las tripas de cordero o borrego para prevenirse contra las infecciones causadas por Venus, de donde viene el término de “enfermedades venéreas”, hoy en desuso.

Con la caída del Imperio Romano, la tecnología del condón casi desaparece del mundo occidental.
En Oriente se recomendaba el empleo de papel de arroz o encerado para evitar infecciones y embarazos.

El papel de arroz era mojado en aceite, haciéndose resistente; también el uso de cera de abeja fue popular en su momento en Europa para evitar embarazos. Durante un prolongado periodo de tiempo, particularmente en Europa, de donde tenemos mayores referencias, la preocupación por controlar el embarazo llevó a probar diferentes métodos basados en la ingesta, ejercicios o en el uso tópico de diversos preparados.

En el siglo 16, Europa fue azotada por dos epidemias importantes: la sífilis y la gonorrea diezmaron tanto a pobres como a ricos. En esa época, el médico italiano Gabrielle Fallopio (1523-1562), en su libro De morbo gallico, recomienda el uso de tiras de lino medicadas para salvar a la humanidad de estos males. Tales tiras debían sujetarse al pene con la ayuda de un laso, lo cual los hacía incómodos. Igualmente se hicieron intentos con el terciopelo y otras telas, sin mejoras significativas.

Se le atribuye al rey Carlos II de Inglaterra (1630-1685) la iniciativa de encargar algún tipo de dispositivo que le ayudara a reducir los embarazos entre sus concubinas. Se cuenta que él solicita a su médico de cabecera, un tal doctor Quandum o Condom, la fabricación de tal dispositivo. Muchos historiadores modernos ponen en duda la existencia de este personaje, y resaltan que es posible que la moderna palabra condón tenga su raíz en el latín condus—recipiente—, o condere—esconder, proteger—, lo cual tiene sentido si se piensa que los romanos ya usaban dispositivos semejantes. Lo cierto es que el rey Carlos II empleaba condones fabricados con intestinos de cordero.

Desde esta época (siglos XVII y XVIII) aparece la primer tienda especializada en condones, ubicada en Londres, y atendiendo a lo más selecto de la clase alta europea. Cada condón se vendía en fino estuche de cristal y perfumados con aromas florales.

Algunos espíritus libres tuvieron sus iniciativas propias, como el Marqués de Sade (1740-1814), que envolvía su pene con tiras de tocino. Él hizo referencia en algunos de sus escritos al condón inglés que recién mencionamos.

También es el caso de Casanova (1725-1798), el famoso italiano, quien usaba cáscaras de naranja, las cuales introducía en la vagina con la finalidad de evitar embarazos. Él también conoció el condón inglés, al que llamaba levita inglesa, ropaje tranquilizante, gorro de seguridad o estuche preservativo. Incluso escritores españoles como Nicolás Fernández de Moratín (1737-1780) en el siglo 18, le dedicaron algunos textos al condón - véase El arte de las putas - .

Para el siglo 18, las tiendas de condones eran populares en Londres, atendiendo a la alta sociedad. Para los menos afortunados existía la opción de acudir al carnicero más cercano o conseguir un condón de segundo pene—en lugar de segunda mano—que se ofrecían de vez en cuando, perfectamente lavados, en las tiendas especializadas.

Sin embargo, el condón sufrió en su reputación durante 300 años. La célebre e influyente escritora Madame de Sevigne (1626-1696) prevenía a su hija del uso de "esas tripas de res que se ponen los hombres antes del coito, y que son armaduras contra el goce y telaraña contra la enfermedad". Esta mujer tuvo una influencia notable hasta entrado el siglo XX, pues se adelantó a su época publicando una serie de recomendaciones que se adaptaban muy bien al espíritu victoriano en ciernes y que hoy día nos acompaña.

La primera vez que se hace uso oficial del nombre condón, es en un libro sobre sífilis, presentado por el Doctor Turner, en el siglo 18, quien contaba que muchos hombres preferían enfermar antes que usar la “detestable armadura”.

Se sabe que Benjamín Franklin trató de fabricar sus propios condones, aunque sin éxito, logrando pasar a la historia como “el padre de la patria”, debido a sus 53 hijos ilegítimos.

Iguales opiniones contra el condón se mantuvieron durante el siglo 19, aunque se seguía fabricando (de tejido animal) y usando.

En 1844, Goodyear perfecciona el método de vulcanización del caucho natural, que confiere nuevas propiedades de elasticidad y resistencia a este material, a través de agregarle azufre.

Algunos investigadores señalan que el primer condón de caucho se fabricó en 1844, otros señalan a 1855 y algunos lo datan hasta 1870. Los primeros condones de caucho natural eran reutilizabes, y se vendían con instructivo para su correcto lavado y mantenimiento, hasta que se rompieran por el uso.

Varios países adoptaron medidas contra el condón hacia esta época. En Estados Unidos, se promulgó el Acta Comstock en 1873, la cual prohibía el uso del correo para enviar condones y mencionarlos por escrito. Se proscribía poseerlos, por lo que 65 mil condones fueron confiscados y varios médicos puestos en riesgo de encarcelamiento hasta por diez años. Esta legislación se mantuvo hasta 1965. En países como Suecia, la prohibición entró en vigor en 1910, aunque se logró derogarla en 1924.

En medio del sofocante ambiente victoriano y con la opinión pública en contra del uso del condón, llegó la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Algunos aliados de los Estados Unidos promovieron el uso del condón entre la tropa. Tal es el caso de Nueva Zelanda. Los norteamericanos, por su parte, envueltos en una campaña moral que promovía la abstinencia y la castidad, tuvieron por cada año en trincheras una tasa de ingreso a hospitales de 766.55 soldados por cada mil, debido a las infecciones transmitidas sexualmente.

Alfred Trojan, en 1921, inventa el condón desechable. Se afirma que, siendo empleado en una fábrica, sumergió su pene en una tina con caucho natural en estado coloide. Este tipo de condón, desechable, se comienza a comercializar a partir de 1930.

En 1955, aparece la píldora anticonceptiva, desarrollada por el mexicano Luis Ernesto Miramontes Cárdenas y el suizo Jorge Rosencranz. Con la píldora como motor de la revolución sexual, los fabricantes del condón vieron días tristes y aciagos. El mercado del condón se contrajo. Desde los 80 los fabricantes intentaron renovar su arsenal, añadiendo aromas, sabores, texturas y otras cualidades a sus productos, sin mayor impacto.

Quizá el mayor impulso al condón fue el VIH/SIDA en los 80 y 90, pues es el único método que permite prevenir esta Infección, además de la abstinencia.

Notemos que en los 90 surgieron varias campañas para desprestigiar al condón. Tales campañas propagaron 3 mitos que han persistido hasta nuestros días: el primero, que con sólo hablar sobre el uso del condón la gente se vuelve promiscua. El segundo, que a través de los poros microscópicos del condón se filtra el virus que causa el SIDA. El tercero, culpa a los condones por el cáncer cervical. La fuerza de estos mitos ha sido tal, que ha permeado en las políticas de salud y de educación de varios países.

A pesar de todo, la revolución del condón, con 400 años de historia moderna, apenas comienza:

Científicos como el doctor A. V. K. Reddy han dedicado la última década a mejorar la experiencia de usar condón. A él le debemos Pleasure Plus, del que se dice que 8 de cada 10 consumidores lo prefieren, o InSpiral, el mejor condón de caucho según Cosmopolitan, ambos diseñados para producir la máxima estimulación a los nervios del pene. También a él debemos un nuevo condón femenino que se comercializa ahora en Alemania, más fácil de usar y más cómodo.

En 2002 se anunció la llegada del condón ultra rápido, la primera contribución africana en la materia: éste puede ponerse en menos de 3 segundos, incluso si no hay luz.

Hay preservativos masculinos de color natural y en toda la gama del arcoiris, transparentes u opacos, e incluso fosforescentes. Algunos tienen estampados en su superficie. Pueden ser lisos o con texturas (anillos, tachones) para aumentar la sensación táctil; con aromas diversos (vainilla, fresa, chocolate, banana, etcétera); con formas anatómicas especiales para aumentar la comodidad y/o la sensibilidad; más largos y anchos o ajustados; más gruesos (extra fuertes) o más delgados (sensitivos); con lubricante saborizado; sin lubricar, lubricados ligeramente, extra lubricados, entre otros.

Hay preservativos holgados o ajustados; lisos o con textura para aumentar la sensación táctil; con sabores, para realizar sexo oral; de mayor grosor para aumentar su resistencia o más delgados para aumentar la sensibilidad; con más o menos cantidad de lubricante y con espermicida.

Hasta 2005 eran comunes los preservativos que ofrecían un espermicida, el nonoxinol 9, sin embargo, diversos estudios muestran que la mucosa vaginal y el recubrimiento del ano son susceptibles a irritarse ante esta sustancia, por lo que cada vez es más raro encontrarlos.

En varios países se producen preservativos de poliuretano y otras resinas sintéticas, para personas que son alérgicas al hule látex natural.

Los condones actuales se fabrican de 4 materiales completamente distintos entre sí, a saber:

1. Intestino de cordero, únicamente en Estados Unidos y Gran Bretaña. Son bastante costosos y poco efectivos para prevenir Infecciones Sexualmente Transmitidas, aunque pueden emplearse para control natal.

2. Latex natural, el más común, disponible prácticamente en cualquier país. Tiene mayor promoción, pues protege contra prácticamente todas las Infecciones Sexualmente Transmitidas y proporciona control natal a bajo costo.

3. Poliuretano o caucho sintético, más costosos, suelen ofrecer innovaciones importantes. Disponibles en unos 40 países alrededor del mundo.

4. Resina sintética AT, el más reciente de todos. Ofrece mayor protección contra Infecciones Sexualmente Transmitidas que los condones de caucho tradicionales, así como control natal.