Relato: La suavidad en los tejanos

La mejor vista posible, junto a la de un culo desnudo de diecinueve años, es esa misma carne envuelta en tejano azul descolorido, revelando cada curva y cada relieve.

Lo que explica el por qué estaba sentado pacientemente a la puerta de la mugrienta oficina de la Blue Balls Body Shop, esperando a que le echasen un vistazo a mi coche. El apolíneo joven que había delante de mí conducía un "Mustang" descapotable verde; estaba apoyado contra la ventanilla, esperando a que le diesen presupuesto. Su culito, perfectamente moldeado, estaba apenas a sesenta centímetros de mi cara.

Estaba cubierto por una segunda piel de algodón azul, lavado hasta que prácticamente se había tornado blanco. No eran de esos llenos de rotos y agujeros con los que los adolescentes te ponen a cien; pero la parte más raída, bajo el culo, dejaba claro que aquel chico no llevaba calzoncillos. Adoptó una de mis poses favoritas, con una cacha del culo más alta que la otra.

Ese trasero parecía tan incitante, que me acerqué y empecé a hacer el ganso. El tejido era cálido y suave, recién salido de la tintorería. ¡Todo un culo prieto, si señor!

El chico dio un respingo al notar mi contacto y se volvió rojo como un tomate:

-¡Qué pasa! -dijo...

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