¿A que huelen las nubes?

Hoy por la mañana al mandar un e-mail, mientras escribía, me surgió un comentario acerca de los olores; lo cual me hizo reflexionar sobre este sentido tan excepcional y poderoso que tenemos.

El sentido del olfato es quizás lo más parecido a una máquina del tiempo que existe, el gusto también, pero especialmente el olor. Es capaz de trasladarnos a otra época, a otro año, a otro momento en cuestión de milésimas de segundo. Es capaz de arrancarnos una sonrisa, un escalofrío, un sentimiento de calma, una lágrima e incluso una erección.

Es curioso como un olor, casi furtivamente, se va impregnando en todo lo que nos rodea; cuando recibimos una carta (sí, todavía hay gente que manda cartas) de alguien querido y la abrimos huele a él; las madres pueden reconocer a sus bebés por el olor, y los recién nacidos reconocen a sus madres de la misma manera. Los olores que nos rodean afectan nuestra percepción de las cosas, a lo largo de toda nuestra vida.

En "En busca del tiempo perdido", el novelista francés Marcel Proust describió lo que le aconteció después de beber una cucharada de té, en el que había remojado un pedazo de magdalena:

<< …apenas había tocado mi paladar el tibio líquido mezclado con las migas, un estremecimiento recorrió todo mi cuerpo y me detuve, atento al extraordinario fenómeno que me estaba sucediendo, un exquisito placer había invadido mis sentidos sin sugerir su origen. Repentinamente el recuerdo se reveló a sí mismo. El sabor era el de un pequeño pedazo de magdalena, que en las mañanas de domingo solía darme mi tía Leona, sumergiéndolo primero en su propia taza de té.

Inmediatamente la antigua casa gris sobre la calle, donde estaba su habitación, se elevó como un decorado y el pueblo entero, con su gente y sus casas, sus jardines, su iglesia y sus alrededores, fue tomando forma y solidez, cobró vida desde mi taza de té. Cuando nada más subsiste del pasado, después que la gente ha muerto, después que las cosas se han roto y desparramado, el perfume y el sabor de las cosas permanecen en equilibrio mucho tiempo, como almas resistiendo tenazmente, en pequeñas y casi impalpables gotas de su esencia, el inmenso edificio de la memoria…>>

Estamos rodeados por moléculas odoríferas que proceden de los árboles, las flores, la tierra, los animales, el alimento, la actividad industrial, los olores corporales… He leído que un humano puede reconocer hasta 10.000 olores distintos. No obstante, cuando queremos describir estos innumerables olores, a menudo recurrimos a analogías: algo huele como una rosa, como el sudor, como amoníaco, o como el culo; es muy difícil, por no decir imposible explicar como huele algo.

Ni que decir tiene que el olor juega una baza importantísima en cuanto al sexo. ¿Quién no se ha quedado hipnotizado cuando por fin va a mantener una relación sexual con el chico con el que siempre ha querido estar, y percibe los embriagadores olores de su cuerpo al quitarse la ropa…?

Cada día salen a la luz más pruebas de que los seres humanos se comunican a través de una química sexual silenciosa; las feromonas, sustancias que hacen que haya o no excitación, tienen mucho que decir en este dulce asunto. Lo cierto es que el olor tiene un poderoso influjo en nuestra conducta sexual.

Entre los olores eróticos se encuentran el de sudor, el olor del sexo, el del acto en sí, olores y más olores…, tipificados en el código del sexo sin casi darnos cuenta y pasando casi desapercibidos.

He visto en internet que según un estudio realizado por la Universidad de Berlín, el 53% de los encuestados asegura que el olor a sudor podría molestarle. Entre un 60 y un 70% de los 432 participantes verifican haber vivido algún tipo de estimulación con algún olor corporal: el axilar, el del pecho, el íntimo, el de después del acto sexual, el del ano, el del aliento... Los dos olores que más estimulan según el mencionado estudio es el íntimo, con un 32%, seguido del axilar, con un 21%.

De los malos olores no voy a comentar nada, ya he dicho en un post anterior, que en este blog solo tienen cabida las cosas agradables…

Diré para acabar esta aromática reflexión que, para mí , el olfato es el más sensual de los sentidos, aunque sea el más ignorado, el menos valorado y el pariente pobre de los cinco.