Siguiendo con el artículo de Robert J. Buchanan para el número 79 (Junio 2002) de la revista "Alma Mater", esta es la parte que dedica a la Antigua Roma:
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Otra gran civilización fue la romana. Este imperio fue influenciado fuertemente por los griegos. Los dioses romanos son prácticamente iguales a los griegos excepto en que sus nombres son latinos. La influencia helenística incluía las actitudes hacia la sexualidad. Se dice que catorce de los quince primeros emperadores eran homosexuales. Durante la República, Cicerón declaró sin que nadie lo contradijera que no hay nada ilegal en el caso de un hombre que lleva a otro al campo con la intención de disfrutar de placeres eróticos. Un ciudadano podía tener sexo fácilmente con su esposa en casa, con un hombre en los baños, con una prostituta en el burdel, con un esclavo en una esquina oscura, y sólo ser criticado si no era capaz de mantener cada cosa en su lugar.
Para los romanos, la evaluación moral de la sexualidad en general, y de la homosexualidad en particular, giraba alrededor de la idea de control. Uno podía disfrutar cualquier tipo de sexo siempre y cuando no se permitiera ser controlado por su compañero. Si una esposa hacía demandas a cambio del sexo, era deshonroso para un varón romano ceder ante sus deseos. Igualmente, si un hombre tenía sexo con otro hombre, no podían concederse privilegios a cambio.
Un importante punto de diferencia entre los griegos y los romanos estaba en su actitud hacia la educación. Mientras que los griegos eliminaban la responsabilidad del padre en la educación del niño, los romanos consideraban que la educación era una responsabilidad primaria de los padres. Al maestro se le veía como una extensión de la responsabilidad paternal de educar al niño, como un delegado del padre. Por consiguiente, a los maestros se les prohibió tener relaciones sexuales con los estudiantes, ya que los padres no debían tener sexo con sus propios hijos.
En el siglo VI d.C. el Imperio Romano proscribió la homosexualidad. Esto se debió en parte a la influencia de otras culturas en la Ciudad del Capitolio, pero principalmente debido a la expansión e influencia de la Cristiandad. El Cristianismo se volvió la religión de moda, y frecuentemente comprometió principios bíblicos en nombre de la conveniencia. Aquellas religiones que animaban la prostitución masculina y femenina también fueron prohibidas en el imperio.
Aunque la influencia cristiana provocó este cambio en los códigos legales, no todos en la iglesia temprana se adherían a las mismas actitudes. Según Boswell: A pesar de su retórica violenta contra la práctica homosexual, el propio San Juan Crisóstomo consideraba la atracción homosexual como algo común y constantemente yuxtaponía los deseos homosexuales y heterosexuales como dos caras de la misma moneda. Quejándose, por ejemplo, de las motivaciones pecadoras para entrar en el templo del Señor, menciona en términos de igual peligro el deseo de un hombre de ver la belleza de las mujeres o de admirar a los hombres jóvenes que frecuentan los santuarios. (Boswell 1980, 160)
Los motivos para condenar la homosexualidad generalmente se mezclaban con la condena de cualquier tipo de erotismo. Según esta teología sexual la única razón válida para el sexo estaba en la procreación. La sensualidad y el deseo sexual, en cualquiera de sus manifestaciones, se veían como un maligno "deseo de la carne".
La dualidad humana –la doctrina de que los seres humanos consisten en dos partes, una física y una espiritual– llevó a muchos teólogos a oponerse contra cualquier tipo de sexualidad, y puso los cimientos para un supuesto sacerdocio célibe en la Iglesia Católica Romana. La visión bíblica de la dualidad humana no condena al cuerpo como algo malo en sí mismo, sino como algo que puede usarse para el mal o para el bien. Aun así, la idea antes mencionada prevaleció.
Así, Europa Occidental gradualmente cambió su actitud hacia la homosexualidad. La Iglesia Católica ganó influencia y se opuso oficialmente a la homosexualidad. Sin embargo, ciertamente esto no fue siempre practicado. Carlomagno, quien se consideraba personalmente responsable por la creación de una Europa cristiana, al parecer se conmocionó al enterarse de que algunos de los monjes de su reino eran "sodomitas"… Él suplicó a los monjes "esforzarse para alejarse de tales males" ... pero ninguna legislación civil contra la homosexualidad fue promulgada.