Autor: Jimmy
Aquella noche yo había salido con el coche de mi padre, un deportivo estupendo que yo procuraba usar cuando él no estaba. Claro que había un problema: yo no tenía carné de conducir. Me encanta conducir a gran velocidad, así que puse el vehículo a no menos de 180 kilómetros por hora. Así que no fue raro que, poco después, una sirena se situara detrás de mí. Era la policía. Un coche me adelantó a gran velocidad y se situó delante mía, hasta hacerme parar en el arcén de la carretera. Dos policías bajaron rápidamente y me encañonaron. Yo estaba muerto de miedo, aquello me podía costar caro; ya veía las consecuencias: el correccional, con chicos delincuentes que cualquiera sabe qué podrían hacerme, el futuro en entredicho, sin universidad ni posibilidad de estudiar en los centros exclusivos a los que esperaba acudir, ya que mi familia tiene posibles.
El caso es que los policías me sacaron del coche, me colocaron con violencia sobre el capó y me cachearon. Yo llevaba puesto sólo un pantaloncito corto y una camiseta, porque la noche era calurosa, y los policías poco tuvieron que registrar. Sin embargo, el que me registraba creyó percibir algo entre mis piernas, y me ordenó bajarme los pantaloncitos. Lo cierto es que lo que me pasaba era que, con la velocidad tan enorme que había conseguido, se me había puesto una erección de caballo, y tenía todavía el carajo como una piedra, y el poli debió creer que escondía una pistola en el bulto del pantalón. Me bajé el pantalón, como quería, y me quedé con mi pequeños slips que apenas podían contener el nabo que pugnaba por salirse...
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